viernes, 10 de diciembre de 2010

Los Problemas y La Rutina

¿Realmente, existen los problemas?

Los problemas los generamos nosotros mismos, y los enfrentamos; aunque a veces los acentuamos tanto, que nos hacen sentir de lo peor, o los obviamos esperando algo mejor, cuando en realidad lo que hacemos es profundizarlos.

Muchas veces los problemas escapan de nuestras manos; en este caso, lo más sano es dejar que todo fluya de la mejor manera posible; ya que nada hacemos angustiándonos o luchando contra la corriente.

Debemos aprender a formar una especie de fortaleza interna que nos ayudará a crecer como seres humanos y como personas; y así, poder ayudar a quienes nos necesiten en un momento en el cual todo se vuelve penumbra.

Los problemas nos llegan muchas veces como tormentas o huracanes, y nos obligan a reaccionar de una forma que nos resulta casi incontrolable, sino desarrollamos la capacidad para visualizar y aceptar lo que nos está ocurriendo como una más, de las muchas lecciones de vida que orientan nuestro aprendizaje diario.

La mayoría de las veces ante la presencia de determinadas circunstancias controversiales y difíciles para nosotros, entramos en desesperación y depresión; lo cual no nos permite ver claro el camino, que se muestra muy nublado frente a nosotros y caemos en nuestra propia trampa, al perder la consciencia y el razonamiento lógico. Pero, en nosotros está el no permitir que caigamos en la depresión absoluta, porque seríamos consumidos por la situación que enfrentamos en ese momento; que tal vez no sea tan complicada como se nos presenta y la solución esté allí mismo.

En el caso de las parejas, en muchas ocasiones, y esto es como una ley que se instaura en cada unión; los problemas surgen como una amenaza constante y muy latente; se producen o presentan como eventos que parecen estar conectados con todas las parejas que deciden unir sus vidas en convivencia mutua, luego de transcurrir y compartir cierto lapso de tiempo juntos; llega una intrusa llamada “RUTINA” y comienza a afectar el círculo familiar, si se le permite instalarse en medio de ellos; convirtiéndose en el foco que provocará conflictos permanentes, hasta llevar a la pareja a una inevitable separación o destrucción de esa unión conyugal.

Además de la intrusa “RUTINA” ésta se conjuga con el cansancio de ver y estar siempre con la misma persona durante muchos años, convirtiendo la convivencia en algo que raya en el tratamiento de hermanos; lo cual contribuye a que la pareja se sienta hastiada uno del otro, desatándose una cadena de sentimientos encontrados y muy contrarios, que inducen al rencor y al odio del uno por el otro, y que a veces resulta inexplicable.

Las diferentes situaciones conyugales o de pareja, no serían tan difíciles de resolver por nosotros mismos; si tomásemos consciencia de que cuando decidimos convivir con alguien, no estamos comprando o adquiriendo un objeto manipulable y de sentimientos y acciones fijas, sino que estamos decidiendo una convivencia mutua, muy humana la cual no está exenta de altibajos o cambios muy fuertes en cualquier sentido.

Es cuestión de madurez tanto sentimental como emocional. Podemos llegar a amar a alguien tan intensamente; que nuestros sentidos se apropian de ese ser de una forma absurda, convirtiéndola en nuestra prisionera sin derecho a defenderse o a ejercer su propia vida. La esclavizamos, y la obligamos a vivir nuestra propia vida.

Es por esto que muchas uniones se disuelven rápidamente, o después de transcurrido cierto tiempo; luego que uno de los dos involucrados se da cuenta que no ha vivido lo que realmente debe vivir por el tipo de posesión de la cual ha sido objeto. Es entonces, cuando surgen los conflictos que durante tanto tiempo se fueron instaurando silenciosamente o turbulentamente, pero sin que ninguno de los dos se percatara de la realidad de lo que se había estado formando; una especie de bomba de tiempo que en cualquier momento haría explosión de una manera incontrolable y muy dañina para ambos.

Es muy lamentable y penoso, cuando una pareja ya consolidada y además, con hijos; procede a tomar decisiones tardías, por estar esperando “cambios” dentro de su unión conyugal a las cuales ni siquiera les prestó mayor atención; sino que se le dejó avanzar. Pero, cuando esto sucede lo procedente es acudir a una de las más importantes herramientas con las cuales pueda contar el ser humano, la COMUNICACIÓN consciente, bien orientada y reflexiva y no caer en la ceguera causada por los celos o el odio, ya que aquí se produce una especie de barrera que impide cualquier buen entendimiento.

Cuando no es posible la mediación directa entre uno y otro, porque en lugar de avanzar en el logro de una comunicación fluida y comprensible, ésta se complica; entonces, es el momento de recurrir a un especialista, bien sea un psicoterapeuta o alguien especializado en terapia de parejas o dedicado al área motivacional, con la finalidad de solventar o resolver la situación presente.

Lo importante de todo lo relacionado con los problemas es pensar que, realmente, todos los problemas tienen solución y si aprendemos a manejar las diversas situaciones problemáticas que enfrentamos en el día a día; es muy seguro que se produzca la solución del conflicto de una manera pacífica y bien controlada a través de la mediación.


Mirna castillo
05/12/2010

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